jueves, 3 de febrero de 2011

3. Cambio de aires

Miro a través de la ventanilla del coche, un tanto sucia por las lluvias que han caído los últimos días. Fijo los ojos en el asfalto desgastado de la vieja carretera que lleva hasta Toledo. Cintia, mi madre adoptiva se ve una mujer joven, fuerte y segura de si misma. Desde el retrovisor se reflejan sus ojos negros como el carbón, y su maquillage excesivo exagera su grandaria. Entonces Marcos, con una voz ronca dice:
   - Con que Ann... Porqué así te llamas, no?-pregunta.
   - Si - digo secamente.
   - Es un nombre muy bonito - aclara Cintia volviéndose hacia mi y sonriendo. Le devuelvo la sonrisa y se gira complacida. Entonces recupero mi expresión inicial, la de una chica a la que han arrancado de su hogar.
   - Hemos llegado - dice Cintia y me abre la puerta trasera del coche.
Miro a mi alrededor, me encuentro en un barrio de pequeños adosados a las afueras de Toledo. Casas nuevas, no mas de tres años. No es como vivir en el convento, pasear por el claustro, explorar esa biblioteca descomunalmente gigante llena de historias fascinantes... Pero aquí todo es menos acogedor, noto un frío, el de la nostalgia.
Cintia revuelve el interior del bolso buscando las llaves. Las encuentra, y abre la puerta con parsimonia. En la entrada hay una cómoda con una lámpara de bambú. La enciende y se dirige a través de un pasadizo estrecho y largo. Ricardo me da dos golpecitos en la espalda para que la siga. El pasillo llega hasta una sala de estar enorme, dónde se sitúa un sofá beige, con una butaca de cuero a cada lado. Delante del sofá hay una mesita de madera dónde hay un cuenco marrón de bronce con hojas de color cobrizo. Y delante de la mesa una televisión de plasma de unas treintaiseis pulgadas.  El suelo es de parquet y las paredes color pistacho. A la pared frontal al pasillo se abre un gran ventanal que lleva al jardín trasero. Retrocedemos hasta el pasillo y me enseña la cocina. Una habitación bastante iluminada con una encimera de mármol y electrodomesticos modernos, que parecen caros. Me enseña un lavabo y luego retrocedemos a la entrada donde hay una escalera de caracol. Subimos por ella a la segunda planta. El suelo está cubierto por una moqueta marrón. Me enseña otro baño y luego su dormitorio. Tiene mucha luz, y al lado su cama hay un acceso a una terraza. Pasamos otra habitación cerrada y entramos a una contigua a esta. Esta, tiene también mucha luz y tiene un gran ventanal que da acceso a la misma terraza. Es algo más pequeña. Arrimada a la pared hay una cama individual con un edredón azul claro. Las paredes son de color azul.  No está muy amueblada.
   - Esta es tu habitación.- dice Cintia.- Te dejamos sola para que te acomodes.
Sale de la habitación y me tumbo en la cama. No quiero desempaquetar. No quiero instalarme. No me apetece hacer nada. Solo cerrar los ojos y olvidar que esto ha ocurrido.
  - ¿Que te parece la casa?- dice una voz femenina detràs mio.
  - ¡Ah!- grito del susto y me giro bruscamente-.
Me encuentro con una chica de mi edad, alta y pelirroja. Lleva una camisa básica negra de tirantes y unos tejanos grisáceos. Calza unos botines negros con algo de tacón. Su sombra de ojos verde resalta sus ojos saltones y su sonrisa da vida a su expresión.
  - ¿Quien eres?- pregunto
  - ¡Quien voy a ser! Tu nueva hermana! Soy Jess!- me alarga la mano.
  - ¿Mi nueva hermana?- me desconcierto, Cintia no me había dicho que tenia una hermana- ¿Eres hija de Marcos y Cintia?
  - No! Soy hija de los vecinos!
  - Ah-no entiendo nada- pues encantada de conocerte
  - ¡Era ironía!- se ríe y me dice- Tu eres Ann no?
  - Si.- digo
  - Que sepas que mi habitación es la de al lado. ¡Ven! te la enseño.
Me agarra del brazo y me conduce hasta la habitación que hay justo entre de la mía y la de Cintia y Marcos. Es idéntica a la mía sólo que con las paredes amarillas cubiertas por algún que otro poster. Está más amueblada que la mía. Y también tiene el ventanal que da acceso a la misma terraza.
  - ¿Que te parece la casa?
  - Es muy bonita y luminosa.
  - Bueno y cuantos años tienes?
  - Quince, cumplo el 20 de Abril
  - Que bien, tenemos la misma edad! Sólo que yo los cumplo el 2 Marzo.
Le sonrio. Entonces me dice:
  - Pasado mañana empezamos la escuela, lo sabes no?
  - Si, ya me imaginaba- le sonrio y luego bostezo
  - Bueno dejaré que descanses- me acompaña a la habitación y cierra la persiana del ventanal. Sale y cierra la puerta.
Poco a poco mi mente empieza a escaparse del sentido común inciando un viaje al país de los sueños dejando que mi cuerpo acabe de asimilar todos los cambios producidos en una mañana.

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