lunes, 13 de diciembre de 2010

2. Adios

Cierro la maleta. La agarro y salgo de la pequeña y acogedora habitación. Mi hogar. Esa estancia que me ha acompañado en todo momento, que me ha dado cobijo... Cierro la puerta y recorro el largo pasillo que llega a la iglesia del convento. Allí están la madre Claire i la hermana Teresa esperándome para despedirse. Corro hacia la primera y me aferro a ella con fuerza. La abrazo mientras ella me acaricia el pelo. Mis ojos intentan contener las lágrimas, pero una de ellas, rebelde, se fuga, deslizándose por mi mejilla. Entonces me rindo y rompo a llorar. Entre sollozos le digo:
   -Madre Claire... ¿Porque debo marchar? Yo soy feliz, este es mi hogar...
   - Ann... Aquí todos te queremos mucho, y nos gustaría que te quedaras... Pero la vida sigue y esta vez te la suerte te ha sonreído. Una familia ha decidido acogerte. Además, ¡puedes venir a visitarnos cuando quieras! Vivirás en Toledo, a cinco minutos de aquí en coche.
  - Pero vosotros sois mi familia... ¡No necesito nadie más!
  - Debes ser fuerte, no debes llorar. Vas a ser muy feliz. Buena suerte.- me besa en la frente y dulcemente aparta su cuerpo del mio.
Seguidamente me despido de la hermana Teresa. Ella se muestra más fría. Nunca le ha gustado mostrar sus verdaderos sentimientos. Se encoge a mi altura y me dice:
  - Que dios vaya contigo- ella también me besa, pero en la mejilla. A pesar de sus esfuerzos veo la tristeza en sus ojos. Entonces sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas. Se levanta con rapidez y abandona la sala.
La madre Claire me acompaña a la salida, dónde un coche espera mi llegada. Es un audi azul esfera metalizado. Me dirijo hacia el coche, pero alguien me nombra.
  -¡Ann!- conozco esa voz, Judith.- Que, te ibas sin despedirte siquiera de tu mejor amiga...
  - No quería despertarte, es pronto y eso...
  - ¡Eso no es escusa! Venga, dame un abrazo. Cuando nos acerquemos al pueblo ya te avisaré, vale! Y por los fines de semana, quiero que nos veamos, ok?
  - Eso está hecho... Oye, dale besos a Jesica y Eva
  - ¡Claro!- nos separamos y entonces empecé a sentir nostalgia.
Del coche, salieron un hombre y una mujer emocionados que me dieron dos besos y se presentaron. Pero no presté mucha atención. Estaba en mi mundo, preguntándome porque mi don quiso mostrarme aquella trágica historia, de la pareja y él bebé. Y pensé que ahora que me marchaba sería más difícil descubrirlo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

1. Al resguardo de un castaño

1995, Abril. Es un día frío de invierno. Toledo esta cubierto de un manto de nieve blanca y cegadora. Dos individuos caminan a paso ligero por las afueras del pueblo, en medio de la ventisca. Son una mujer y un hombre. Descalzos, con los pies entumecidos por la fría nieve. Ella, enferma y temblando de frío, tose. Seguidamente cae al suelo, su dolor le puede. Su aflicción le domina el alma. Él, la ayuda a levantarse y continúan su camino. Ella resguarda algo. Es una hermosa niña recién nacida. La protege con sus manos, cortadas por el gélido viento. Unas sombras oscuras siguen su rastro. Se mueven con sutileza. Una de ellas murmura algo, otra de ellas asiente. La mujer solloza, la niña rompe a llorar. El hombre intenta ahuyentarlos. No puede. Se rinde, y rodeando el cuerpo de su esposa, intentan huir. Él divisa un castaño. Y intenta llegar a él. Allí, se refugia de la ventisca y de las sombras negruzcas. Su mujer, se sienta en una raíz del árbol. Allí, la niña, más tranquila, se acurruca en los brazos de su madre. Esta, le besa en la frente. En los ojos de la niña hay una espurna de esperanza, se siente protegida. La madre sonríe y alarga la mano hacia donde está su marido esperando que este la corresponda. Él se acerca y le coge la mano con fuerza, mientras, con la otra, acaricia su mejilla. La niña ríe. Pero la calma y protección se interrumpe. La oscuridad personificada vuelve a atacar. En pocos segundos el castaño pasa a ser el lugar más peligroso y hostil. Escapan. Él padre se ofrece para aupar a la niña, de tal manera que su esposa pueda correr y salvarse. Pero su debilidad le juega una mala pasada, tropieza, y cae. Cuando su marido se da cuenta, se gira bruscamente, pero no consigue ver nada. Oye los gemidos de su mujer, pero no sabe de donde vienen. Una lágrima de pesar regalima por su mejilla derecha. Perdido, intenta encontrar la salida de esta niebla opaca y oscura. Corre hacia una luz que cada vez se aleja más. Los gritos de su mujer cada vez son más distantes. Entonces después de largos intentos de escapar de la oscuridad encuentra la puerta de un convento. Grita con todas sus fuerzas la palabra socorro. Pica a la gran puerta pero nadie responde. Se gira, y ve como las sombras oscuras se acercan, no tiene mucho tiempo. Él no podrá salvarse pero deja a su hija al torno. Murmura un padre nuestro y se apresura a escapar de las garras de esos espíritus negruzcos.
Aparto la mano del castaño. Un sensación escalofriante inunda mi mente. Mi mente estalla a preguntas. ¿Quiénes eran esos individuos?¿Quién era esa niña? ¿Que eran esas sombras oscuras? Un cumulo de preguntas sin responder invaden mis pensamientos. Pero una voz me rescata de ellos.
   - Ann, es hora de comer- dice una voz detrás mio.
  - Si, madre Claire.- respondo con obediencia y me dirijo hacia el convento.