lunes, 15 de noviembre de 2010

1. Al resguardo de un castaño

1995, Abril. Es un día frío de invierno. Toledo esta cubierto de un manto de nieve blanca y cegadora. Dos individuos caminan a paso ligero por las afueras del pueblo, en medio de la ventisca. Son una mujer y un hombre. Descalzos, con los pies entumecidos por la fría nieve. Ella, enferma y temblando de frío, tose. Seguidamente cae al suelo, su dolor le puede. Su aflicción le domina el alma. Él, la ayuda a levantarse y continúan su camino. Ella resguarda algo. Es una hermosa niña recién nacida. La protege con sus manos, cortadas por el gélido viento. Unas sombras oscuras siguen su rastro. Se mueven con sutileza. Una de ellas murmura algo, otra de ellas asiente. La mujer solloza, la niña rompe a llorar. El hombre intenta ahuyentarlos. No puede. Se rinde, y rodeando el cuerpo de su esposa, intentan huir. Él divisa un castaño. Y intenta llegar a él. Allí, se refugia de la ventisca y de las sombras negruzcas. Su mujer, se sienta en una raíz del árbol. Allí, la niña, más tranquila, se acurruca en los brazos de su madre. Esta, le besa en la frente. En los ojos de la niña hay una espurna de esperanza, se siente protegida. La madre sonríe y alarga la mano hacia donde está su marido esperando que este la corresponda. Él se acerca y le coge la mano con fuerza, mientras, con la otra, acaricia su mejilla. La niña ríe. Pero la calma y protección se interrumpe. La oscuridad personificada vuelve a atacar. En pocos segundos el castaño pasa a ser el lugar más peligroso y hostil. Escapan. Él padre se ofrece para aupar a la niña, de tal manera que su esposa pueda correr y salvarse. Pero su debilidad le juega una mala pasada, tropieza, y cae. Cuando su marido se da cuenta, se gira bruscamente, pero no consigue ver nada. Oye los gemidos de su mujer, pero no sabe de donde vienen. Una lágrima de pesar regalima por su mejilla derecha. Perdido, intenta encontrar la salida de esta niebla opaca y oscura. Corre hacia una luz que cada vez se aleja más. Los gritos de su mujer cada vez son más distantes. Entonces después de largos intentos de escapar de la oscuridad encuentra la puerta de un convento. Grita con todas sus fuerzas la palabra socorro. Pica a la gran puerta pero nadie responde. Se gira, y ve como las sombras oscuras se acercan, no tiene mucho tiempo. Él no podrá salvarse pero deja a su hija al torno. Murmura un padre nuestro y se apresura a escapar de las garras de esos espíritus negruzcos.
Aparto la mano del castaño. Un sensación escalofriante inunda mi mente. Mi mente estalla a preguntas. ¿Quiénes eran esos individuos?¿Quién era esa niña? ¿Que eran esas sombras oscuras? Un cumulo de preguntas sin responder invaden mis pensamientos. Pero una voz me rescata de ellos.
   - Ann, es hora de comer- dice una voz detrás mio.
  - Si, madre Claire.- respondo con obediencia y me dirijo hacia el convento.

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